lunes, 17 de diciembre de 2012

Dulce Navidad (o lo que sea)

Ay, la Navidad… estas fechas me revuelven cosa mala, así lo digo. He pasado un año pensando que podría evitar este momento, y resulta que ha acabado llegando. Qué puedo decir, no soy una persona especial, solo uno de esos seres humanos occidentales y de cultura judeocristiana que dicen odiar estas fiestas pero las acaban utilizando como excusa para juntarse con los amigos, o con la familia, y para sumarse a la corriente general de consumismo, buenismo y pantagruelismo (lo que yo llamo “los tres -ismos” – vale, esto me lo acabo de inventar).

nacimiento hereje

El caso es que el otro día, en un arrebato retro y tal vez porque mi Navidad no volverá a ser lo mismo desde que sé que en el portal de Belén no había ni buey ni mula y que los Reyes Magos eran andaluces, estaba planteándome la posibilidad de felicitar las fiestas a mis amigos diseminados por el mundo enviándoles tarjetas navideñas… [aquí, si esto fuera un diálogo, me interrumpiríais]:

-          Espera, ¿me estás diciendo que haces esas mierdas?
-          Bueno, resulta que hace poco he recuperado el gusto por el correo tradicional, debe ser una cosa de la crisis de los 30, algo reactivo a la hipertecnificación, como lo de los chaps, que visten de tweed pero luego tienen un iPhone 5, yo qué sé…
-          Pero lo de mandar tarjetas es muy cutre.
-          Vale, será muy cutre, pero en el fondo hace ilusión. Aunque en realidad estaba buscando algo en plan tan mal que fuera bien, como… ¡Pero déjame vivir!

El caso es que, como todo me parecía demasiado vulgar, tuve la genial idea de hacer algo totalmente personal. De hacerlo yo misma. Y aquí me venció la evidencia: no sé hacer la “O” con un canuto. No tengo ninguna habilidad manual y aún menos talento artístico. Lo único que sé hacer es esta cosa de las canciones, así que he decidido limitarme a eso. Felicitación y regalo colectivo, acompañado de mis mejores deseos y esas cosas. Y he hecho una lista, estilo carta a los Reyes Magos. Aquí va:

-         Para C., C. (bis) y todos los amantes del trash noventero, para G. y el resto de los apocalípticos (y también los integrados) un recuerdo especial lleno de candor, buenas intenciones y ganas de arrancarse los oídos: Que no se acabe el mundo (1990). Cómo eran aquellas cenas de Nochebuena peleándote con tus primos, diciéndole a tu madre que la grasilla del jamón ibérico te daba todo el asco y desorinándote de los presentadores de TVE en Telepasión.


-         Para M. y para todos aquellos que lo gozan ingiriendo dulces típicos y por qué no, con una rumbita güena a tiempo o a destiempo, Mi mejor Navidad de La Húngara: hacer un villancico para tu churri es lo más bonito que puede haber en Navidad, al nivel de los espumillones de dos colores.


-         Para M., S. y P. y otros nativos de finales de los 80, un HIT con mayúsculas de un artista de su quinta (¿verdad que lo de “quinta” suena a Amar en tiempos revueltos?), Jordy Lemoine. En Navidad no siempre se respetan los derechos de la infancia, ni la integridad mental de los consumidores de música. ¿Y qué importa? Guardad la vergüenza ajena bajo el árbol, It’s Christmas! C’ést Noël!


-         Para todos los que aprecian los estilos urbanos pero también la caspa, como I., el Wrap Rap (1994) de las Tortugas Ninja. Cuatro quelonios rapeando sobre el proceso de envoltura de los regalos de Navidad son una apuesta segura. Malditas tortugas y su endiablado ritmo, así era inevitable que marcaran una época.


-        Para germanófilos como M., un éxito del artista más grande que jamás he visto cantando en playback en un centro comercial: Nik P., el hijo que en un universo paralelo podrían haber tenido Guti y Bigote Arrocet. Merry Christmas von Deutschland. ¿Qué pasa? Habrá que hacer un guiño a mamá Merkel...


-         Para los amantes de los fiestones de de Navidad o pre-Navidad, como F., material: una pieza con la que ambientar cualquier megaparty que se precie: el reggaeton navideño de Michael Pratts y El Bima: Llegó Navidad (2011). Perfecto para sonar en cualquier casa del mundo, incluso en las cubanas.


-         Para S. y todos los que celebran la Navidad en el hemisferio Sur (no me olvido), Christmas Conga (1998), de Cindy Lauper (y respect porque Cindy es una genia), un villancico con potencial de canción de chiringuito playero. La letra habla de noches frías, pero sin mucha convicción. Las congas, como las bicicletas, son para el verano. Lo que yo os diga, temazo estival.


-        Para los que no se conforman con cualquier cosa, como A. y M., un éxito de reconocido prestigio que ha superado la prueba del tiempo. Si una canción soporta su conversión a villancico, entonces es que ha pasado, parafraseando a Javiera Mena, al siguiente nivel. Gangnam Style está en ello, pero la Macarena (1996) es ya un clásico. También navideño.


-         He dejado el plato fuerte para el final. Solo para musicólogos curtidos o con cuentas pendientes con ÉL, como A. Melendi es un referente ahora y siempre, y no puede ser de otra manera con temazos como Trae pa’ka esa yerbagüena (2003), que hacen inolvidable cualquier Navidad. Por más que uno quiera.


No son imaginaciones mías, aquí hay muchas iniciales. Suficientes como para que nadie se identifique correctamente. Muchos grupos poblacionales. ¿Son todos los que están? ¿Están todos los que son? Creo que no. Quizá tenía que haber hecho lo de las tarjetas. Pero ahora es demasiado tarde. Haré una cosa. ¿Habéis leído esa historia de la Biblia en la que se cuenta cómo Herodes mandó matar a todos los niños menores de 2 años porque le habían dicho que iba a nacer el Rey de los Judíos? Bueno, pues a eso se le llama "un porsiacaso". Y por si acaso, yo voy con la artillería pesada, porque siento que mi espíritu Navideño se desborda por momentos y no quiero dejarme nada en el tintero. Porque era difícil superar a una diva como Mariah Carey en el MAYOR HITAZO NAVIDEÑO DE TODOS LOS TIEMPOS y las Nancys Rubias han estado a la altura. Porque esta Navidad, El mejor regalo eres tú.

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